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Eurovegas y la historia del urbanismo

Del blog multipliciudades, investigación y teoría urbana en tiempos de crisis


Eurovegas y la historia del urbanismo

Anuncian los diarios que la fase de negociación y decisión sobre la ubicación de Eurovegas entra en su recta final, con el gobierno regional madrileño pujando fuerte y ofreciendo una nueva posible localización —entre Torrejón de Ardoz y Paracuellos del Jarama— a añadir a las ya propuestas de Alcorcón y Valdecarros. Para que no se diga que no hicieron todo lo posible por traer lo peor de la actividad económica internacional a la región.

Es más que conocido el rechazo que esta iniciativa ha suscitado en toda serie de colectivos, de los agricultores —especialmente en el Parc Agrari del Baix Llobregat— a los arquitectos y urbanistas —especialmente en Cataluña; he oído que en el Colegio Oficial de Madrid hasta había alguna voz a favor…— y la ciudadanía en general. Está todo dicho, pero desde el campo que me es más familiar, la historia del urbanismo, me gustaría aportar alguna reflexión que quizá pueda ser útil para comprender las formas de gobierno socioespacial a las que nos enfrentamos en la actualidad.

Por supuesto, lo más llamativo del fenómeno que estamos contemplando es la desesperada intervención pública para intentar asegurar que el megacomplejo lúdico se queda en su territorio. En primer lugar se revela aquí, de forma completamente obvia, el auténtico papel reservado a la administración pública por aquellos que predican a diario su extinción; en realidad no se trata de tener menos Estado, sino de depurarlo al máximo para que vuelva a cumplir su misión original de ejercer como comisión de administración de una élite. Pero más allá de este aspecto, lo curioso del asunto es que, visto desde una perspectiva histórica, esta intervención por parte de los gobiernos catalán y madrileño contradice completamente la pauta que podemos rastrear en el pasado del urbanismo y la planificación espacial.

Es una tónica que encontramos en las intervenciones más avanzadas a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX: la administración pública (y antes de ella un puñado de empresarios inteligentes) adoptó sistemáticamente como criterio la lucha contra los espacios de disipación y cualquier forma de ocio que alterara los rígidos códigos de la moral burguesa. En las company towns y Arbeiterkolonien, en los nuevos parques públicos y barrios-modelo, en las ordenanzas que regulaban los espacios de ocio de media Europa y Norteamérica encontramos siempre un intento de limitar o eliminar tabernas, beer gardens, Schnappskasinos y por supuesto cualquier lugar abiertamente dedicado a los juegos de azar.

En muchas ocasiones los historiadores han (hemos, en la parte que me toca como historiador del urbanismo) criticado este tipo de políticas urbanas pero, por supuesto, por motivos muy distintos a los que se dan ahora en el caso de Eurovegas. Aquéllos eran intentos claros de corregir el comportamiento de las clases populares, de evitar encontrarse con trabajadores improductivos tras una noche de borrachera o incluso de cortar por lo sano con la incipiente organización del proletariado, que a menudo se gestaba precisamente en esos espacios de socialización que eran pubs y tabernas. Hay trabajos de historia social excepcionales que describen estos procesos y cómo se incorporaban a las ordenanzas urbanas que regulaban la ubicación y régimen de actividad de dichos locales. Había, en fin, una estrategia política concreta detrás de unas medidas urbanas que intentaban producir una clase trabajadora dócil en ciudades cuya burguesía aún rozaba hombros con los trabajadores en las calles y los espacios de trabajo.

En realidad este patrón histórico aún se conserva en algunos lugares y por parte de algunas agencias de gobierno. No hace mucho comentaba precisamente el contraste con la posición de nuestras autonomías respecto a Eurovegas cuando un colega alemán mencionó cómo una de las últimas actuaciones residenciales modelo de su país había hecho todo lo posible por incentivar la actividad económica y atraer al comercio y la hostelería… pero denegando licencias a espacios de juego y apuestas. El colega alemán no podía creerme cuando le conté lo que estamos haciendo en España… En la metrópoli contemporánea —y bajo ciertas mentalidades políticas— las élites pueden estar seguras de que el incremento del conflicto social y el deterioro del orden público no les afectará tras los sólidos muros de sus gated communities. Desde esa torre de marfil y ante la perspectiva de un posible renacimiento que vuelva a colocar el suelo al frente de la vanguardia económica regional, ¿qué importa todo lo demás?

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